Programa de microcréditos para inmigrantes emprendedores

OBJETIVO
El programa de microcréditos para inmigrantes emprendedores, está promovido por la CCPE y la Caixa.

El Convenio firmado entre la Cámara de Comercio de Perú en España y la Caixa..tiene por objetivo financiar, mediante préstamos de carácter personal, los proyectos empresariales de los inmigrantes emprendedores con condiciones ventajosas y sin necesidad de avales.

Una vez otorgado el micrócredito, se llevará a cabo un seguimiento y supervisión de la marcha del negocio.

A QUIEN VA DIRIGIDO

Al colectivo de inmigrantes emprendedores
- Que inicien una actividad o la hayan iniciado en un período inferior a 1 año
- Que presenten un plan de empresa según el modelo establecido y un certificado de validación emitido por la CCPE

CONDICIONES

Importe Máximo: 15.000 Euros
Plazo de amortización: 4 años más 6 meses de carencia optativos
Tipo de interés: 5,5 % fijo durante toda la vida de la operación.
Comisiones: Sin comisiones de apertura, de estudio o cancelación anticipada.
Garantías: Personal, sin avales
Financiación Máxima: 95 % del coste total del proyecto.

PROCEDIMIENTO
Los emprendedores interesados en acogerse a este Programa de microcréditos deberán dirigirse a la Cámara de Comercio de Perú en España que actuará como oficina gestora del mismo.

La CCPE les proporcionará la información y asesoría necesaria así como el modelo de solicitud al que deberá acompañar un plan de empresa.

La CCPE realizará un análisis técnico del Plan de Empresa y emitirá, en su caso un certificado de validación del proyecto.

A continuación, su expediente será enviado a la Gestora de Microfinanzas de la Caixa que llevará a cabo el estudio de su solicitud y decidirá acerca de la resolución de la misma.
Aprobado la concesión del microcrédito y otorgado el mismo, se efectuará el seguimiento de la implantación y marcha del negocio, a través de la actuación y supervisión de la CCPE.

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Escuela de promotoras para la participación ciudadana en Guatemala.
ACSUR colabora con organizaciones de mujeres para fomentar y fortalecer su participación en la vida pública

Históricamente, las mujeres guatemaltecas han sido discriminadas, lo que no les ha permitido el ejercicio pleno de sus derechos y ha tenido efectos como un alto índice de analfabetismo y la poca participación en la vida política y social del país. El proyecto Escuela de Promotoras para la Participación Ciudadana en Guatemala, promovido por la Asociación Mujer Tejedora del Desarrollo (AMUTED) en colaboración con ACSUR-LAS SEGOVIAS, se está constituyendo como un espacio de fortalecimiento de conocimientos, capacidades y habilidades de las mujeres. En esta escuela se imparten cursos de formación académica, se implementan jornadas de ciudadanía con perspectiva de género, se asesora a mujeres en procesos jurídicos y se realizan actividades de sensibilización en torno a la equidad de género.

Como señala una compañera de AMUTED, "las mujeres han superado temores, timidez, hoy tienen mayor seguridad para exigir sus derechos, hacer propuestas, tomar decisiones y tomar de nuevo los libros, el hábitos de estudiar, leer y escribir. Ha sido un proceso importante y rico en experiencias para las mujeres y para el equipo de trabajo de AMUTED".

En concreto, a través de la esta iniciativa se pretende construir un grupo de 120 mujeres formadas académicamente para que ejerzan su liderazgo como promotoras de la defensa de los derechos de las mujeres y de su participación como ciudadanas.

Para AMUTED "se puede caracterizar el proceso de ciudadanía y de afirmación de las mujeres frente a los poderes como el acceso de las mujeres de nuestra época a su identidad y a sus ambiciones colectivas. Cuando las mujeres sean visibles y estén capacitadas, sabrán tener acceso a los instrumentos de base que se requieren para cambiar nuestra civilización".
La Asociación Mujer Tejedora del Desarrollo (AMUTED) es una Asociación Civil constituida en 1997 cuyos fines son:
- Promover, desde la perspectiva de las mujeres, un espacio de capacitación y formación que permita construir un proceso de desarrollo para mejorar los niveles de vida de las mujeres.
- Determinar dentro del proceso de organización un papel protagónico de las mujeres en la construcción de una sociedad más equitativa e igualitaria desde el punto de vista de género.

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El compromiso político de las ONG de desarrollo con la perspectiva de género


Por Sara Cuentas.-
En los últimos años, las ONGs de Cooperación al Desarrollo han incorporado en su trabajo, dentro de la formulación de proyectos, la noción de género. En este sentido, algunas entidades se han preocupado en dotarse de herramientas técnicas para trabajar el enfoque de género en los proyectos de cooperación. Sin embargo, esta práctica no se ha evidenciado como parte de un compromiso político, ni en la propia cultura ni estructura organizacional, quedando relegada sólo a nivel del discurso políticamente correcto.

Fruto de una reflexión interna para lograr que el enfoque de género trascienda más allá de los discursos hacia un trabajo comprometido y dirigido a aplicar dicho enfoque de manera efectiva no sólo en los proyectos, sino también en la cultura y estructura organizacional de cada entidad, la Federación Catalana de ONGDs, promovió un estudio diagnóstico para evidenciar cuál era la realidad de las entidades y, a partir de allí, iniciar un proceso de formación y reflexión sobre cómo incorporar la perspectiva de género en su trabajo interno.

Para lograr este reto, se impulsó un proceso de formación-acción que ha supuesto una opción de hacia el cambio de la gestión de ONG, no sólo centrada en los instrumentos, herramientas y recursos para la aplicación del género en todos los ámbitos y áreas de trabajo de cooperación, sino para entender cómo acercarlos a distintos niveles de participación interna y a las diferentes estrategias de trabajo enmarcadas dentro del proceso organizativo cada entidad.

Del estudio diagnóstico se desprende que sólo un 17% de las organizaciones tiene desarrollada una política de género y muy pocas cuentan con un grupo de género dentro de la propia entidad y de presupuestos específicos para esta cuestión.

En la actualidad, en las entidades trabajan un 55% de mujeres y un 45% de hombres, cifra que se repite en la sociedad catalana. El problema es que las tareas repartidas entre ambos sexos y la posición que éstos ocupan en los organigramas de las ONG reflejan una desigualdad de condiciones entre hombres y mujeres.

Así, las mujeres que trabajan en estas entidades ocupan sobre todo puestos relacionados con la cooperación, la gestión del voluntariado, administración, contabilidad, secretaría y comunicación. Las funciones de los hombres se centran en coordinación o dirección, educación, sensibilización y cooperación.

Además, el 21,5% del personal contratado en las ONGD son mujeres con jornadas laborales de 20 horas o menos, y es significativo que este grupo esté constituido por madres o mujeres jóvenes en permanente formación. Aunque de esta manera las mujeres pueden conciliar vida laboral y familiar, desde una perspectiva de género tienen menos derechos, como prestaciones sociales y sueldos más bajos.

En los puestos de dirección de las ONGD, en cambio, existe una “paridad” entre hombres y mujeres, pero hay que tener en cuenta que muchas de las entidades analizadas y que están dirigidas por mujeres tienen una delegación en Cataluña y no la sede central. Además, aunque exista paridad, las cifras no reflejan la realidad de lo que pasa en las bases y la feminización de las ONG.

Una de las autocríticas que se desprenden del informe es que a pesar de la situación de desigualdad de género que se vive en las organizaciones del norte, desde hace años éstas exigen a sus contrapartes políticas y actividades con enfoque de género. Casi siempre suelen asociar género sólo al aspecto técnico en gestión de proyectos de cooperación, sin tener en cuenta el aspecto más teórico y práctico.

En general, falta a las ONG de desarrollo poner en práctica la perspectiva de género a nivel político, estructural y cultural, a través de planes de trabajo y presupuestos específicos. También, les falta redefinir los procesos internos y las políticas laborales, crear una Unidad de Género, aprovechar el conocimiento de sus contrapartes y formar a técnicos, técnicas, voluntarios, voluntarias y directivas y directivos de las entidades.

La cuestión de género en las ONGs de cooperación al desarrollo significa priorizar la igualdad entre mujeres y hombres en sus estructuras, como forma de lograr la eficacia y eficiencia de la ayuda pero, sobre todo, como compromiso político y como principio de justicia social. Esto no se logrará únicamente con declaraciones y proyectos, también es necesario cambiar hábitos y actitudes en nuestro entorno, generar una conciencia política de género que implique cambios en la forma de ver la realidad, voluntad política institucional que implique asignación de recursos humanos y financieros.

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Género y Cooperación Internacional

Giulia Tamayo León, feminista peruana

Muchas veces la cooperación internacional ha limitado su preocupación por las condiciones de vida de las mujeres, sin prestar atención al desarrollo de su autonomía.
Al respecto, en América Latina, las organizaciones de mujeres han procurado sensibilizar a la cooperación internacional para el desarrollo.
Muchos de los proyectos se han concentrado en identificar las necesidades de las mujeres, pero no se ha dado el salto para reconocer que estas necesidades lo que están reflejando también es un problema de derechos y de poder.
Entre los años 80 y 90, a propósito de crisis de la deuda externa en América Latina, se pusieron en marcha una gran cantidad de proyectos dirigidos a expandir y difundir las estrategias de las mujeres de bajos ingresos para enfrentar la crisis. Algunas agencias bilaterales incluso consideraron que las mujeres eran tremendamente eficientes para manejar escasos recursos. Esto ha sido propio del denominado enfoque de eficiencia. Las mujeres pasaron a ser tenidas en cuenta como beneficiarias de proyectos porque se consideraba que ellas podían administrar mejor o ser usuarias más eficientes de un determinado proyecto. Muchas veces estos proyectos acentuaron roles y estereotipos de género. Por ejemplo, para asegurar la salud familiar y comunitaria. De esta forma en momentos en que los estados comenzaron a aplicar medidas de Ajuste Estructural y realizaron recortes severos en los servicios básicos de salud, se promovió que las mujeres realizaran estos servicios de forma gratuita.En definitiva, no es que se realizaran proyectos dirigidos a mujeres por su reconocimiento como agentes o sujetos de desarrollo o por su derecho a acceder a esas oportunidades, sino por una especie de evaluación de eficiencia y de coste-beneficio sobre las capacidades de las mujeres. Esto supuso que las organizaciones que originalmente habían sido creadas en América Latina como organizaciones donde las mujeres lograron intercambiar experiencias, puntos de vista, o acceder a aprendizajes ciudadanos, pronto se convirtieron en espacios que fueron aprovechados por agencias o por los propios gobiernos para lograr que las mujeres cubrieran una serie de servicios que los Estados habían recortado: salud, alimentación, etc. Las mujeres cada vez más veían reducir el tiempo para desarrollar el objetivo que había sido el origen de su organización, que era lograr habilidades ciudadanas para desenvolverse en el mundo público.
A veces se narra mal la historia de cómo se originaron estas organizaciones de mujeres. Muchas mujeres comenzaron a establecer contacto entre ellas por procesos como la urbanización. A partir de esos primeros contactos se comenzó a abordar colectivamente temas, como, la violencia doméstica, las dobles o triples jornadas. Estos procesos de organización de las mujeres constituyen una de las razones por las que el movimiento feminista tuvo una vertiente popular importante en América Latina.
Bajo el enfoque de eficiencia se desarrollaron múltiples proyectos con fondos y recursos de la cooperación internacional de desarrollo. No fueron los proyectos de equidad, los que predominaron. Muy pocos fondos fueron destinados a lo que tenían por objetivo la promoción y protección de los Derechos Humanos de las Mujeres.
Los propios Estados, si bien reconocieron en el curso de las últimas tres décadas los derechos humanos de las mujeres, en la práctica fueron renuentes a poner en práctica programas o servicios que implicaran disposición de fondos públicos. Por lo general, sólo fueron aprobadas aquellas leyes que no contemplaban disposiciones presupuestales. Por ejemplo, la asistencia a las víctimas de violencia de género se mantuvo a cargo de las organizaciones de mujeres.
El enfoque de género debía implicar transformar las relaciones entre hombres y mujeres, lograr que aquellos estereotipos o roles asignados social o culturalmente, de manera distinta y generalmente en oposición, a hombres y mujeres, y que producían desigualdad, tenían que comenzar a removerse. Sin embargo, las indicaciones de género no se han puesto en práctica por los gobiernos. En el caso de la cooperación al desarrollo, el comportamiento de las agencias ha sido desigual y en general los esfuerzos han sido sumamente limitados.
Un ejemplo de estas dificultades lo encontramos en el caso de la ayuda humanitaria. En América Latina la primera vez que se expresó como orientación que todo proyecto debía considerar el enfoque de género fue en la Conferencia Regional para Población Refugiada en Centroamérica (CIREFCA) impulsada por el ACNUR. Se destacó la importancia de: reconocer y prestar atención a las necesidades específicas de las mujeres, porque hasta entonces se había trabajado sobre la idea de que dentro de la población desplazada o refugiada, todos eran impactados de igual manera, sin tener en cuenta el impacto diferenciado por género. Igualmente se remarcó que los proyectos de asistencia humanitaria a las poblaciones desplazadas o refugiadas tenían que considerar a las mujeres en plena igualdad a los varones, ya que hasta entonces se había considerado que los varones eran los titulares en cuanto cabezas de familia y que eran ellos lo que tenían capacidad de redistribución dentro de la unidad familiar.
La CIREFCA puso de manifiesto la necesidad no sólo de atender las cuestiones específicas de las mujeres que siempre son invisibilizadas, sino de cuidar que cualquier beneficio o cualquier oportunidad sea igualmente distribuida entre hombres y mujeres. También se abordó lo relativo a la participación de las mujeres en el diseño e implementación, seguimiento y evaluación de toda la intervención. Normalmente, los interlocutores de los agentes de cooperación internacional y de los propios gobiernos, eran varones; las mujeres estaban excluidas.
Existen todavía muchas áreas en las cuales la incorporación del enfoque de género exhibe dificultades. Hay quienes todavía no tienen la sensibilidad para captar cuando nos encontramos ante una cuestión de género que va a significar un daño, riesgo o desventaja para las mujeres y sobre la cual se debería intervenir.

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